jueves, 31 de mayo de 2012

Los regalos del pueblo pequeñin

Un sastre y un orfebre, que andaban juntos peregrinando, oyeron una tarde, cuando el sol ya se había metido tras las montañas, los acordes de una melodía lejana aunque cada vez más clara; era extraña, pero tan graciosa que olvidaron su cansancio y continuaron rápidamente la marcha. Ya había salido la luna cuando en lo alto de una colina vieron a una multitud de hombres y mujeres pequeñitos que, cogidos de la mano, danzaban en corro alegres y gozosos; cantaban también la más deliciosa de las melodías, precisamente aquella que habían oído los caminantes. En el centro del corro estaba sentado un anciano algo más alto que los demás; llevaba una túnica de colores y la barba cana le caía por el pecho. Los dos se detuvieron, llenos de admiración, para contemplar la danza. El anciano les hizo señas de que se acercaran, y los hombrecillos les abrieron su corro con gusto. El orfebre era jorobado, y como todos los jorobados son atrevidos, entró en el círculo. El sastre sintió primero cierta timidez y se quedó rezagado, pero luego, viendo lo alegres que estaban todos; cobró ánimos y siguió a su compañero. Inmediatamente se cerró el corro, y de nuevo los pequeñines siguieron con el canto y la danza, ejecutando los más alocados pasos; pero el anciano sacó un gran cuchillo que llevaba al cinto y se puso a afilarlo, y cuando lo hubo afilado bien miró a los dos peregrinos. Sintieron miedo, mas el anciano, no dejándoles tiempo para recapacitar, sujetó primero al orfebre y le rapó rápidamente cabeza y barba; luego hizo lo mismo con el sastre. Y una vez ejecutada la tarea, el anciano les quitó el miedo dándoles amables golpecitos en la espalda, como si quisiera decirles lo bien que se habían portado prestándose a ella sin resistirse. Luego señaló con el índice unos carbones amontonados a un lado, y les dio a entender por gestos que llenasen con ellos los bolsillos. Ambos obedecieron, aun cuando no sabían de qué les serviría el carbón; luego continuaron caminando en busca de un lugar para pasar la noche. Llegaron a un valle cuando las campanas del monasterio cercano daban las doce; al momento cesó el canto, los pequeñines desaparecieron y la colina quedó desierta a la luz de la luna.
Los dos peregrinos hallaron albergue, se acostaron sobre un lecho de heno y se taparon con sus chaquetas, olvidando, en su cansancio, vaciarlas antes de los carbones. Sintieron sobre sus miembros un gran peso  que les despertó antes de lo acostumbrado. Echaron mano a los bolsillos y casi no dieron crédito a sus ojos cuando vieron que no había carbón, sino oro puro; y también que sus cabellos y sus barbas habían crecido felizmente otra vez. Se habían convertido en hombres ricos, pero el orfebre, más codicioso por naturaleza, había llenado más sus bolsillos y tenía dos veces más oro que el sastre. Un hombre codicioso, cuando tiene mucho, quiere más; por eso el orfebre propuso al sastre que se quedaran ese día para ir otra vez por la noche a la colina y conseguir del anciano mayores riquezas. El sastre no quería y dijo:
- Ya tengo bastante y me encuentro satisfecho; ahora me haré maestro en mi oficio, me casaré con mi cosa querida (pues así llamaba a su amada) y seré un hombre feliz.
Pero accedió a quedarse un día más para no disgustar a su compañero.
Al atardecer, el orfebre se echó unas bolsas al hombro para luego llenarlas bien llenas de riquezas y se dirigió a la colina. Al igual que la noche anterior encontró allí al pueblo pequeñin cantando y bailando, y de nuevo el anciano le rapó y le indicó por señas que cogiese del carbón. Sin titubear. tomó todo lo que cupo en bolsillos y bolsas, volvió feliz, se acostó y se tapó con su chaqueta.
- Aunque el oro pese-dijo-, me gustará soportarlo. Y se durmió al fin dulcemente, pues pensaba que despertaría al día siguiente lleno de riquezas. En cuanto abrió los ojos se levantó de un salto y se registró los bolsillos. ¡cuál no sería su sorpresa al ver que por mucho que sacase no salía más que negro carbón!
"Todavía me queda el oro que logré la otra noche" pensó, y fue a por él; y ¡como se asustó cuando vio que también se había convertido en negro carbón! Y cuando se golpeó la frente con la ennegrecida mano advirtió que su cabeza estaba tan monda y lironda como su cara. Pero aún su infortunio no había concluido con esto, pues se dio cuenta de que además de la joroba que adornaba su espalda le había salido otra igual en el pecho. Entonces comprendió el castigo que había merecido su ambición. y lloró amargamente. El buen sastre se despertó con el llanto, y consoló al infeliz como pudo diciéndole:
- Hemos sido compañeros de peregrinación, así que quédate conmigo y participa de mis riquezas. Aunque el sastre cumplió su palabra, el desdichado orfebre tuvo que llevar sus dos jorobas durante toda su vida y cubrir con una boina su calva cabeza.

24 comentarios:

  1. el sastre orfebre se fue con los hombres y mujeres pequeñitos

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  2. en la vida hay que ser ambicioso pero nunca hay que ser codicioso

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  3. el sastre es un hombre que tiene las cossas claras es humilde

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  4. es mejor ser sastre que querer tener lo que no puedes

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  5. la avaricia del orfebre era muy poderosa el sastre era mas hormiga mas conservador

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  6. la ambicion hasta es normal pero la codicia es un peligro y hasta decepcionant`¡ orfebre,no seas tan avaricioso!

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  8. Pregunta se puede determinar el tiempo y lugar donde transcurren la accion

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    1. Yo creo q en 1900 en esa epoca los orfebres trabajaban mucho con el oro y intercambiaban joyas

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  9. Que caracteriza este cuento tradicional

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  10. nev gv bv b vg cfg cgvbnknm dxfvbhgyh?

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  11. es un cuento tradicional o es un mito

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  12. cuales son los personajes de este cuento

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  13. Alguien me puede decir en qué momento de la historia el sastre demuestra su amistad por el orfebre

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